MANOLO DE FERMÍN.
Por Manuel da Roura.
Manolo de Fermín vivía en
la Pallagheira. Era hijo del señor Fermín, quien fue sacristán de Louro por
muchos años. Manolo era alto, flaco, huesudo y muy tímido. Nunca fue a la
escuela y, por lo tanto, ni siquiera entendía en castellano.
Se
casó, o lo casaron, con una de A Beira. No hubo hijos. Su concuñado, el Susano,
en Junio de 1936, lo convence para que lo acompañe a la siega del trigo que,
por esas fechas se cosechaba en los grandes latifundios de León y de Castilla.
Salieron
a pie con intención de llegar andando, o como buenamente pudiesen, hasta la
provincia de León, donde se suponía que encontrarían los primeros trigales.
Un
mes después, regresó a Louro el Susano. Llegó solo. Manolo de Fermín no vino. ¡se
perdió! La explicación del Susano fue lógica, pero terrible: Allá en una
estación rural del ferrocarril, por los Ancares, se escondieron los dos hombres
en un vagón de carga de un tren que
acababa de llegar. El Susano se metió en una esquina del Vagón y le dijo a Manolo que se metiera en la
otra y se tapara con la lona.
El
tren arrancó y volvió a parar en otra estación, donde vigilaba una pareja de la
Guardia Civil. En un intento que el Susano hizo para saber donde estaban,
levantó un poco la lona y uno de los guardias lo vio. Con un gesto, le ordenó
que bajara y se lo llevó a la oficina de la estación para interrogarlo.
Mientras tanto, el tren reanudó la marcha y se perdió por lontananza, llevándose
a Manolo.
El
Susano estuvo tres o cuatro días detenido. Luego lo pusieron en otro tren,
ahora de pasajero, y, en unas horas, llegó a Santiago. De allí, y como buenamente
pudo, regresó a Louro.
Días
después, ni siquiera había pasado una semana, comenzó la Guerra Civil Española.
De
Manolo de Fermín , del Manolo analfabeto, del Manolo torpe, jamás se supo, ¡se
perdió!.
Tres
años después, se terminó la guerra y, a estas alturas, pasados setenta años,
Manolo es sólo un recuerdo en mi cabeza. Sólo en la mia…, supongo.
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